Día del Maestro y la Maestra en Guatemala
Una reflexión personal
Hoy, 25 de junio, conmemoro con profundo respeto y admiración el Día del Maestro y la Maestra en Guatemala. Como PEM en Ciencias Biológicas y Químicas, y Licenciado en Educación y Aprendizaje, conozco de cerca los esfuerzos que implica enseñar en un país donde muchas veces las condiciones para hacerlo dignamente no están garantizadas.
Celebro a quienes, desde las aulas rurales hasta los institutos urbanos, enseñan con vocación, creatividad y resistencia. A quienes convierten la escasez en oportunidad y el aula en esperanza. A quienes ven en cada estudiante una semilla de cambio.
Pero esta celebración no puede ser acrítica. Guatemala arrastra una deuda histórica con su magisterio y con su niñez: salarios que no alcanzan, aulas sin materiales, formación inicial rezagada y políticas públicas fragmentadas. A esto se suma una relación compleja con el sindicalismo docente, que en muchos casos ha priorizado intereses particulares sobre las necesidades reales del sistema educativo y la profesionalización del magisterio.
No basta con celebrar a las y los maestros un día al año. Urge transformar el sistema educativo desde sus cimientos: invertir en formación docente continua, vincular el desempeño con la mejora de condiciones laborales, garantizar infraestructura digna y priorizar la calidad educativa como política de Estado.
Hoy reconozco la labor incansable del magisterio, pero también levanto la voz por una educación que esté a la altura de los sueños de nuestras juventudes y de las capacidades de nuestras maestras y maestros.
Porque dignificar la docencia no es un regalo: es una deuda, y es también una apuesta por el futuro de Guatemala.
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